lunes, 4 de junio de 2007

Las puertas sin pomo

A poco más de cuarenta kilómetros al norte de la ciudad de Tarso, en Turquía, se halla una de los más famosos senderos de la Historia Antigua. Las Puertas Cilicias son el resultado de la erosión del río Gökoluk a través de la cadena montañosa del Tauros. De tal manera que conforma el único camino natural por el que se accede de la meseta de Anatolia con las tierras de Cilicia.

Desde la más remota antigüedad, este paso sirvió como único modo de acceso a Oriente desde el Asia Menor. Han sido conocidos generales los que a través de ella han avanzado: los 10.000 de Jenofonte, Alejandro Magno o los mismos cruzados.

Lo peculiar del lugar consiste en su estrechez. Actualmente circula una autovía de seis carriles que une el centro de Turquía con el noreste del Mediterráneo. Ésta limita a ambos lados con las montañas que se alzan en un impresionante desnivel. Pero peor era la situación que tenían ante sí los ejércitos antiguos, puesto que se calcula en un máximo de diez metros la anchura del desfiladero en el pasado.



Por ello, los temores de los generales de antaño (y de ahora) no son infundados a propósito del atravesar pasos y otros accidentes geográficos. Así, un ejemplo claro es el de las Termópilas, del que Leónidas intentó sacar ventaja; o las Puertas Caspias, con las que se accede a Asia Central por Partia (aproximadamente la región del actual Irán); o Despeñaperros en España, etc. Todos representan un peligro pero, bien empleados, ayudan a conquistar imperios.

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